Nos bajamos aquí. Nada indica que esto sea algún tipo de destino, pero nos ha entrado prisa por salir de una vez. Es lo malo de no saber adónde vas antes de empezar a dirigirte a ello. El tren continúa su recorrido, y nuestro viaje también, sin que hayamos llegado a ninguna conclusión, afortunadamente.
Hace tiempo, en vez de viajar por viajar hacíamos fanzines. Los fanzines tenían su propia escena y su relevancia. En aquellos años se abrió un animado debate en torno a la naturaleza y función social del fanzine.1 A la hora de definir definitivamente qué era un fanzine, no encontré mejor respuesta que la que me dieron los Buitre No Come Alpiste, pioneros de la fanzinología: “Un fanzine es hacer un fanzine”.
Si hubiese en todo caso que alegar al menos un descubrimiento que justifique nuestro gasto improductivo, sería el que encontrábamos al final de tantos libros de viajes: el sentido del viaje es el viaje, mismo. No queremos decir que lo hayamos hecho por hacerlo. Alguna iluminación, alguna consecuencia, alguna ruta se habrá abierto por allá, y por allá. Tienes que atravesar la línea.